Xenomedidas insanitarias

Entre las medidas estelares que recién presentó el gobierno y que fueron explicadas al detalle por la Ministra de Sanidad, hay dos puntos que me han creado  un amplio margen de duda. Uno es la vieja decisión de luchar contra el turismo sanitario y la otra, la restricción del acceso  a la sanidad a los inmigrantes en situación irregular.

Y es que me parece muy  justo que mi vecina francesa, dueña de un chalet para aves de invierno  (así llaman en Miami al visitante temporal del Norte que huye habitualmente del frio en invierno), pague con sus euros franceses su operación de cataratas en el Hospital Costa del Sol.  También tengo muy claro que un inmigrante como yo,  debe contribuir con su trabajo y pagando sus impuestos en el país que lo acoge.

El problema  más grave lo tengo para definir todas las variantes que existen  entre mi vecina y el senegalés que tiene su manta  a la entrada del parque El Retiro. Porque de un extranjero con solvencia económica a un inmigrante en situación irregular hay muchos matices, diferencias y escenarios posibles. Mi vecina, por ejemplo, pasa más de seis meses al año en su chalet, consume mientras vive aquí , paga impuestos sobre la propiedad  y sé que no le importaría que su gobierno aportara los gastos posibles que ella hiciera al sistema sanitario español.  No es culpa de mi vecina  si el gobierno de España no aprobó en su día el artículo 7 de la directiva europea por la cual cuando un extranjero acude a la sanidad fuera de sus fronteras, el país de destino factura al de origen el coste total del servicio. No sé porque imagino que cuando el ladrillo era de oro, solo importaba que vinieran los turistas, que compraran un piso y la añadidura incluía operarles la miopía sin cobrar.

Mi incertidumbre aumenta cuando leo varios estudios científicos muy serios y recientes que concluyen que los extranjeros reportan una menor utilización de la atención primaria y un menor uso de prescripciones que los españoles.  La diferencia se trata de explicar por un mejor estado de salud del extranjero, su menor educación sanitaria en muchos casos y también, el miedo institucional del llamado irregular. Quizás sea que cuando no había tanto parado, era un chollo pagarle el jarabe para el catarro al senegalés que recogía el tomate a precio bueno, bonito y sobretodo, barato.  También puede ser que los médicos investigadores que publican estos estudios no trabajen en el mismo edificio de la ministra Ana Matos.

Como especialista en administración de servicios de salud, sé que la prevención de enfermedades crónicas y el control temprano de las patologías infecto contagiosas reducen enormemente el gasto en un sistema de salud. Es ciencia cierta que la aspirina diaria es menos cara para un sistema sanitario que el tratamiento de un infarto complicado en un hospital. Si al  senegalés de la manta solo le dejan acudir a urgencias, ¿quién controla la posibilidad de una tuberculosis  en un inmigrante procedente de una zona de alto riesgo para esta enfermedad? ¿Cuánto cuesta erradicar y tratar un brote de tuberculosis en una población expuesta?

Por eso tengo mis dudas sobre si estas medidas estelares son fruto de un estudio profundo donde el ajuste al gasto es primordial o si esto es solo un parche temporal donde lo que ha primado es la ideología y la manipulación de ese viejo slogan  xenófobo de: los de afuera son los han puesto esto tan mal. Veremos qué pasa.

Vientos de soberbia patriótica

No soy español, pero llevo mucho de ello en mis genes y en mi cultura como para negar empatía. Tampoco soy argentino, pero son muchos los amigos de allí. Y hay tanta música y literatura de esa tierra que amo que no puedo negar simpatía.
Sé que Repsol no es España. Sé que es solo una multinacional con sede en España, con la mayoría de sus accionistas radicado en el exterior y con trece filiales en paraísos fiscales. Y no es precisamente un paradigma de modelo energético a favor de la biodiversidad. Pero de eso a vincular a Repsol con Juan Gregorio Bazán, va un buen trecho. Está claro y libre de plomo que son explotadores capitalistas. Y al igual que con la mayoría de los políticos españoles incluyendo a su alteza real, si hacemos una encuesta con Repsol, muchos en esta tierra de Cervantes dirán junto con los perroflautas: no, nos representan.
Sé también que Cristina Elizabet Fernández fue democráticamente elegida para la presidencia de Argentina con el cincuenta y cuatro porciento de los votos. Y no se le puede negar a esta nieta de gallegos su positiva gestión en pro de los derechos humanos y sus bien intencionadas políticas distributivas. Pero sé también que una milanesa para todos, no es la gran nación argentina.
Pero confieso que padezco una alergia antigua y visceral, nacida de una muy dura exposición ambiental, al uso siempre manipulador del populismo y el nacionalismo en función del oportunismo político. Es la burda e intencionada distorsión del mensaje en beneficio de la demagogia barata que, para desgracia de muchos, siempre cuela. Porque no voy a hablar de maletas de dinero, ni de provincias petroleras en Argentina. Tampoco voy a entrar en detalles de cómo se explotará el nuevo yacimiento de Vaca Muerta haciendo fractura hidráulica; producción y contaminación garantizadas. Porque ese es el suelo argentino, es la patria y les pertenece solo a los argentinos. Tristemente, el comunismo y el fascismo han compartido el amor con distintos talantes por ese nacionalismo económico, ahora nuevamente de moda en algunos países latinoamericanos, pero eso sí, vestido de reivindicación social.
Tampoco quiero entrar en detalles de amigos cercanos de la presidenta que se hacen con viceministerios argentinos. Que de enchufes, oportunismo, corruptelas y prevaricación, estamos sentando escuela en España. Ni tampoco importa que el tal viceministro sea accionista principal en esa línea aérea fundada por Perón, que ahora es más celeste y blanca que nunca pero que aún le debe dinero a Marsans, otro capitalista español.
No, Repsol no es España. Ni Cristina es Argentina. Pero Cristina es abogada y perito mercantil. Y los dos sabemos que los negocios no se cierran así. Que ni Argentina ni Repsol son un tambo.
En pocos días he visto levantarse, aupados por la soberbia patriótica, vientos borrascosos a un lado y otro del Atlántico. Vientos donde la razón y el buen juicio crítico son nulos y que pueden destruir afectos, separar familias, incitar al odio. Es la Guerra de las Repsolinas y en las guerras todos pierden.
Por mi parte yo no quiero guerras. Pero tengo muy claro que no estoy del lado de fanáticos, patriotas, manipuladores, oportunistas y mentirosos.

Consumir o ser consumido

A pesar que Penélope Cruz dijo de Johnny Depp que es adictivo, muchos expertos podrían coincidir con el gusto de la Pep, pero no con el concepto. Es cierto que la adicción implica un ser humano y su relación con un objeto adictivo que puede ser una sustancia psicoactiva (legal como el alcohol o ilegal como la cocaína), una conducta o actividad (como el sexo, comer, comprar o el uso de internet) o una persona. Pero lo crucial es el tipo de relación que se establece, la preeminencia del objeto adictivo en la vida de la persona. Una relación disfuncional que comienza por el uso ocasional para transitar por la dependencia, ese quiero más a cualquier precio, aunque mi calidad de vida empeore y la de los demás se convierta en una pesadilla. El objeto adictivo se convierte entonces en el centro de la vida del sujeto, en una suerte de dictador totalitario, como esos que aun pululan por el mundo. Es un proceso en que la persona pasa de consumir a ser literalmente consumido por la adicción. Huir de la presión diaria, miedos potenciados por la sociedad, inseguridades, la soledad, vacío existencial y otras muchas razones pueden facilitar que probar se convierta en necesidad imperiosa, en adicción. Pero es la capacidad de establecer vínculos, tan inherente al ser humano, la base de esta conducta destructiva y también su cura. Vínculos relacionados con la búsqueda de la felicidad que nuestra sociedad, cada vez más, define por tener y obtener, en vez de compartir y sentir. Mientras, negamos la importancia de la salud mental. Y así nos va.

El corazón solitario

Es un hecho cierto que con frecuencia en la vejez las relaciones sociales tienden a reducirse. Es la consecuencia de la pérdida de cónyuges y amistades, los cambios en el papel social como la jubilación y la tendencia que crece con la edad de sólo incluir a personas cercanas, eso que algunos llaman auto marginación. Se dice que, actualmente, una de cada diez personas mayores padece soledad y pasa sus últimos años de vida sin amigos ni familia. Hace poco, la prensa publicaba que en la ciudad de Madrid han muerto en soledad 101 ancianos entre Enero de 2010 y Abril de este año, estadísticas que desde el año 2003 han dejado de ser de conocimiento público. También dicen que el 22% de los mayores de 65 anos en Madrid residen solos. Pero la soledad no se determina por el número de personas incluidas en la red social de un individuo, sino por la percepción que ese individuo tenga de las relaciones con esas personas. De ser así, el problema es aun mas grave. Y aunque algunos viejos madrileños pueden pulsar un botón de ayuda para una emergencia, ese timbre no cubre la necesidad de compañía para seguir viviendo. Esa necesidad tan humana que al faltar, conduce al progresivo deterioro físico, moral y emocional. Es hora de reivindicar a estos viejos y cambiar lo solitario por lo solidario. A fin de cuentas, la soledad que hoy es de ellos, mañana será nuestra. Porque como decía Antonio Machado, ¨un corazón solitario no es un corazón¨. Y porque la vida no es una obligación, es un derecho.

Anosognosia, nueva enfermedad de la derecha

La nueva propuesta del alcalde Alberto Ruiz Gallardón en el marco de las elecciones de Mayo está generando controversias por todos lados. Ya se sabe que la polémica es un recurso infalible para llamar la atención y esa debe ser la razón principal de que el alcalde solicite una normativa estatal que permita a los ayuntamientos obligar a los «sin techo» a salir de la calle. Eso sí, siempre y cuando haya recursos asistenciales «suficientes y gratuitos» para atenderles, aclara Gallardón. Para él, las personas que duermen en la calle «realizan un uso privativo» del espacio público. Voces como la de Esteban González Pons se han apresurado a decir que la propuesta «tiene sentido humanitario». El vicesecretario de comunicación del Partido Popular (PP) ha añadido que «todo el mundo tiene que tener una alternativa a dormir en la calle y los ayuntamientos tienen que tener un lugar donde ubicar a las personas que no tienen un espacio donde dormir, o no pueden acceder a su vivienda o al sitio privado donde tienen para vivir». Que los sin techo tienen una vivienda o un sitio privado constituye, cuando menos un oxímoron (esa figura literaria sinónimo de absurdo), por no llamarlo una cínica broma de mal gusto. Estos dirigentes confunden la gimnasia con la magnesia. Dar una cama transitoria en un albergue no significa dar un techo permanente que permita estabilidad a un individuo. Eso, suponiendo que existan suficientes camas, cosa que la realidad parece negar. Un techo tampoco es un hogar, que no solo es un sitio para comer y descansar sino que presupone unas condiciones de vida, de intimidad y la presencia de unos lazos afectivos (aunque sea de vecinos). En Madrid se calcula que cada día del año existe una media de 907 de personas sin hogar y de ellas hay entre 300-400 individuos que malviven en esta situación de forma crónica. Un 10% de las personas sin hogar tiene estudios universitarios y 2 de cada 3 estudios de segundo ciclo y muchos tienen una profesión concreta que han ejercido. Cabe entonces preguntarnos: ¿Por qué quieren pernoctar en la calle sin tienen una cama disponible?. La respuesta puede ser: anosognosia, ese estado en que una persona no sabe que está enferma debido a un mal funcionamiento cerebral que provoca un síndrome neurológico donde los enfermos desconocen su enfermedad. Es un mal común asociado a la enfermedad mental y al abuso severo de alcohol y drogas, condiciones estas que, juntas o por separado, coexisten en el 30 al 60 % de los sin hogar. Entonces, la solución no está en violar sus derechos y obligarlos a dormir en una cama sino en garantizar un programa integral contundente de intervención que incluya la posibilidad de tratamiento, el apoyo sicosocial adecuado y la estabilidad de un hogar. Me temo que algunos políticos, al ignorar lo que es evidente, también estén sufriendo de anosognosia.

El impuesto a la diabetes

La Organización Mundial de Salud lleva años recomendando incluir la salud en todas las políticas dándole un papel de primer orden en la agenda de lo público. También ha alertado de la privatización y del copago, denunciando con estadísticas la amenaza que para la equidad suponen medidas de ese tipo. En Diciembre pasado. la subdirección de Aseguramiento de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid diseñó una propuesta que incluye el copago en diversas prestaciones como son las comidas hospitalarias, la vacuna contra el papiloma humano, la atención bucodental, la reproducción asistida, las sillas de ruedas, y entre otros, el material de control de la diabetes. Madrid y los altos intereses de algunos son sordos, pero por conveniencia. El copago es solo un impuesto aplicado al enfermo para favorecer a empresas privadas. El de los diabéticos ya está en camino.

Día Mundial De la Salud

Desde 1950, el Día Mundial de la Salud se viene celebrando cada 7 de abril. Ese día, en todos los rincones del planeta, cientos de eventos conmemoran la importancia de la salud para una vida productiva y feliz.. Todos los años se elige para esa jornada un tema de salud específico a fin de destacar un área prioritaria de interés para la Organización Mundial de la Salud. Esta vez toca a la resistencia a los antimicrobianos. La medicina de hoy en día depende de los antibióticos y de otros antimicrobianos para tratar enfermedades que eran mortales hasta hace poco, como en el caso del VIH/SIDA. Cuando aparece la resistencia a los antimicrobianos, estos medicamentos dejan de ser efectivos. Por eso este año, la OMS hará un llamamiento a la acción para detener la propagación de la resistencia a los antimicrobianos mediante la adopción por todos los países de seis medidas de política para luchar contra dicha resistencia. Es un problema que cuesta dinero, medios de subsistencia y vidas humanas y amenaza con quebrantar la eficacia de los programas de atención de la salud, afectando a la estabilidad mundial y la seguridad de los países. Las medidas para controlar este fenómeno siempre hacen énfasis en la educación del paciente y del que prescribe los medicamentos, las leyes que regulan el uso de los antibióticos y el control de las crecientes infecciones en los hospitales. En relación con Europa y otros países occidentales como Estados Unidos y Canadá, España muestra registros muy desfavorables de resistencia, especialmente en gérmenes bacterianos de ámbito extrahospitalario, por lo cual la prevención con el paciente es tarea priorizada. Madrid, ciudad cosmopolita de mucho tráfico de población y punto turístico es un área de alto riesgo. De esto se habla muy poco mientras se inauguran hospitales incompletos.

El cajón de las reacciones adversas

No es un secreto el incremento de personas en la tercera edad en los países desarrollados debido a la reducción en el número de nacimientos y el incremento en la esperanza de vida. En España, en un unos años la población octogenaria superará al grupo etario de mayores de 65 a 74 años. A ese paso, dentro 50 años, los viejos serán mayoría en el mundo. Sin embargo estas predicciones se ven amenazadas por las consecuencias de un mal solapado pero frecuente: la polifarmacia. Se sabe que esta combinación de cuatro o más medicamentos a la vez está relacionada con intoxicaciones medicamentosas, muertes accidentales, fracturas de caderas y hasta parkinsonismo inducido sin descontar complicaciones de la enfermedad de base que el individuo padezca. La recomendación de la vecina o automedicación y la falta de coordinación entre varios médicos que tratan al mismo anciano par diferentes problemas son las dos patas del monstruo de la polifarmacia. El resultado es un anciano que en España, consume diariamente dos a tres medicamentos por receta y cuatro o cinco por decisión propia. Si se agrega la confusión en las dosis o en la medicación, entonces entendemos porque entre el 15 a 17% de los ingresos de ancianos en hospitales se deben reacciones adversas, que además constituyen la quinta causa de muerte. Educar al paciente, establecer mecanismos de control y coordinación entre los médicos para el tratamiento en la tercera edad son soluciones sencillas para evitar este problema. Pero en vez de prevenir inauguramos más hospitales para asumir las consecuencias de la polifarmacia. Y nuestros viejos continúan llenado sus cajones con pastillas que esperaran allí que llegue su fecha de caducidad.

La nueva ética del sofá

Un sujeto encuentra a su pareja teniendo sexo con un amante en el sofá de su casa. Como solución al conflicto decide tirar el sofá. Es un viejo chiste convertido en penosa realidad con el problema de las bajas laborales por causa médica conocidas como incapacidad temporal. Un proceso costoso para la Seguridad Social, que paga esta prestación con el dinero de todos. Se sabe que los mayores factores que contribuyen al elevado coste de estas bajas son el burocratismo y el fraude. Por un lado la lentitud en el manejo de las bajas acentuado por la escasez de médicos y por los tiempos muertos que se crean con confirmaciones y altas que en muchos casos se pueden determinar desde el día del diagnostico inicial. Por el otro, el fraude como la corrupción son consecuencias de las vilezas del carácter de algunos seres humanos. La solución del Instituto Nacional de la Seguridad Social ha sido destinar millones de euros para convenios de colaboración con las autonomías que incentivan con dinero a los médicos que consiguen reducir más el tiempo de las bajas. Nada de incrementar la vigilancia del fraude o reducir el proceso burocrático. Madrid es parte de estos convenios desde 2009 y ahora promociona un mensaje publicitario para reducir las bajas con la imagen sonriente de un médico. Lejos queda el precepto ético y milenario del juramento de Hipócrates: “No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase”.

La salud mental de los gatos

Una de cada cuatro personas padece alguna enfermedad mental a lo largo de su vida. En la Unión Europea, el 20% del gasto sanitario lo ocupa el tratamiento de la enfermedad mental. En España hay un 9% de la población con algún padecimiento de esta índole. En un estudio del 2009, se reportaba que la depresión y la artrosis/artritis son las dos condiciones crónicas de salud que tienen el mayor impacto sobre la calidad de vida para los madrileños. Estos datos se pueden encontrar con un simple golpe de teclado en las páginas web de reputados centros de investigación universitaria. Ante este panorama, el Gobierno de la Comunidad de Madrid decidió eliminar la Oficina Regional de Salud Mental en los presupuestos de 2011. Eran cerca de 60 millones de euros que, al desaparecer, fuerza a que los centros de salud mental sean engullidos por los hospitales generales. Ni siquiera el gobierno norteamericano de George W. Bush se atrevió a eliminar los centros de salud mental que existen en ese país por ley federal desde 1963. La razón de existir de estos centros es simple: integrar al enfermo mental a la comunidad y alejarlo de la institucionalización que representa el hospital. Y sobre todo, debido al estigma que este padecimiento conlleva, garantizarle al paciente un acceso a los servicios con mayor privacidad. Vamos, lo mismo que reclamaba Esperanza Aguirre en lo de la foto de la camilla. Se sabe que los problemas de salud mental prevalecen en mujeres, inmigrantes, pobres y desempleados. Entonces, el perfil del candidato a una depresión o a una crisis de ansiedad se ajusta a muchos madrileños. La salud mental de los gatos está en peligro.